Si nos situamos al extremo este de la localidad onubense de Matalascañas, nos encontramos con el límite del Parque Nacional de Doñana, dejamos el coche en un parking junto a la playa próximo al Gran Hotel del Coto, de esta forma nos evitamos navegar por el entorno urbano de Matalascañas, cuya longitud se extiende por 4 km de costa.
De camino en el coche, el día amanece oscuro, con una densa niebla, que me hace presagiar malas vistas; aunque por suerte poco a poco el Sol va desperezándose y asomando su cara.
Nada más llegar a la playa, mar en calma, con mar de fondo, y unas olas de hasta dos metros, que se desploman junto a la orilla, formando cerrojazos...va a ser dificil embarcar sin mojarse.
Comienzo a palear, y observo como todo el litoral está formado por dunas, con alguna chabola donde los pescadores de la zona guardan sus aparejos.
las olas rompen con fuerza a pocos metros de la orilla, llegando en ocasiones a superar los 2 mts. Ello me hace tener que navegar a una distancia prudencial de la costa, lo que me impide ver con nitidez el paisaje.
A unos 8 km de comenzar mi paseo, llegó a la Torre de Carbonera, construida junto a otras muchas que recorren el litoral, a finales del siglo XVI para vigilar el comercio por mar, de posibles ataques piratas. Su estado de conservación es perfecto.
Ya se hace tarde y hay algo de hambre, por lo que decido dar media vuelta.
A partir de aquí comienzan los límites del parque.
Olas orilleras.
La costa dunar de Doñana.
La Torre de Carbonera. Siglo XVI.
Dunas en Doñana.
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